Hoy en día, el vestido de novia, habla de la personalidad y buen gusto.

El sueño de toda mujer, es casarse de velo y corona, y por supuesto de blanco. Pero la realidad de la historia nos dice que no siempre fue así, el vestido de novia en sus orígenes era de lo más sencillo y casi pasaba desapercibido. El blanco es el color más común porque simboliza la pureza y la virginidad de la novia, y hoy en día, habla de la personalidad y buen gusto de la novia.

Durante la Edad Media era común que las mujeres eligieran vestirse de rojo para su matrimonio y además añadían grandes bordados y decorados en dorado que simbolizaban la realeza y por supuesto la riqueza de la familia. En el Renacimiento los colores elegidos fueron muchísimos, pero se añadieron la pedrería en que resaltaban las gemas preciosas, las perlas y diamantes.


Para 1700 los vestidos se tornaron pasteles, pero los adornos subieron en importancia y así el barroco toco a las novias al igual que todas las artes. En 1840 todo cambio cuando la joven Reina Victoria de Inglaterra eligió el blanco para su vestido de casamiento con el Príncipe Alberto de Sajonia-Coburgo-Gotha. A partir de entonces el blanco ha sido el color por excelencia preferido de las novias


En 1920 fue el año en donde las novias mostraron sus piernas con vestidos de novia cortos de línea recta; en esta época la tela preferida era el terciopelo y los tocados se hicieron más informales; para 1930 las mujeres volvieron a vestidos de novias cuyas características eran las líneas lánguidas que ajustaban el cuerpo y las mangas abullonadas, más al estilo victoriano y en los 40 el vestido de novia se volvió austero y el modelo sastre fue el más elegido por las mujeres, quizás por la época durante la guerra que obligó a reducir el presupuesto.


Durante los primeros años de la segunda mitad del siglo XX la exquisitez, la elegancia y la ostentación volvió a las novias influenciadas por Christian Dior quien creo faldas mucho más largas apostando a una mujer mucho más femenina y distinguida. Dior le devolvió el glamour, la fantasía y el lujo a las bodas.

Segunda mitad del siglo XX

Muy distinto fueron los sesenta cuando los vestidos de novia se unieron al revolución sexual y volvieron las flores naturales a las cabelleras y en algunos casos greñas de las chicas en vez del velo, faldas largas y muy sueltas al estilo pijama. Ya en 1970 los matrimonios recuperan importancia, los vestidos jugaban con los volados y ruedos, el velo volvió a cubrir las cabezas y las flores secas fueron las preferidas


 Los noventa marcaron una época de diversidad, quizás por la falta de compromiso que inválido las relaciones afectivas y que por ello los vestidos de novia perdieron protagonismo, y se empezaron a tomar diferentes ideas de cómo diseñarlos, sin respetar tradiciones o normas. Aparecieron miles de diseñadores dedicados exclusivamente al traje nupcial y vemos en el mercado una variedad extraordinaria como extraña. Así vemos novias ultra clásicas, otras al más puro estilo hippie y otras más osadas y divertidas se casan con mínimos trajes de baños blancos a la orilla de una paradisíaca. 


Lo único cierto de todo esto es que toda mujer sueña… o soñó algún día estar en el altar vestida glamorosamente de novia.